Cualquier camino lleva al fin del mundo. Edward Fitzgerald
Einstein sostenía que, puesto que el espacio s curvo, si nuestra capacidad visual no tuviera límites acabariamos viéndonos el cogote. Algo así sucede con la andadura del hombre en la tierra. En el transcurso de la vida conocemos a miles de persnas, visitamos cientos de lugares, aprendemos idiomas y manuales de instrucciones. No obstante, siempre regresamos a nosotros mismos.
El ser humano no puede evitar volver una y otra vez a sí mismo. Buscamos la verdad, la experiencia y el placer en el mundo exterior. Esperamos que sean otros los que nos muestren el camino, seres más experimentados que nosotros que hayan encontrado la salida al laberinto. Y, sin embargo, no pueden ayudarnos.
Al final, uno es un peregrino que halla su camino y enciende su farol en la noche cerrada. Otros pasan a su lado, tal vez compartan con él comida o lecho, pero siempre se alza de nuevo solo entre la niebla, a la búsquedad del grial que contiene el secreto de la existencia. Él mismo es el grial y la respuesta a sus preguntas, pero el peregrino lo ha olvidado y sigu caminando.
No sabe que está realizando una peregrinación hacia sí mismo.
Ve su cara reflejada en un lago y sonríe. No está solo en su travesía del infinito.
Consejo: No menosprecies el camino. Piensa que lo bueno y lo malo que hay en él tiene una misma finalidad: ENSEÑARTE. Aprende de tus errores y de los de los demás.
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